V.V.A.A.
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La peregrinación es un fenómeno religioso profundamente arraigado en la Europa del Medievo. La que se hacía a Roma, a la tumba del príncipe de los apóstoles, devolvía a la Ciudad Eterna el concepto de capitalidad del Universo. La de Jerusalén, dificultosa por su lejanía y el dominio intermitente de los musulmanes, facilitaba el contacto con la Tierra Santa, escenario físico de la vida de Cristo. A romeros y palmeros se sumó la peregrinación por excelencia en el occidente, que fue la que se hacía a Santiago en Galicia.
El Camino de Peregrinación a Santiago nace a partir del descubrimiento, alrededor del año 820 de la tumba de Santiago el Mayor y de la creación del locus Sancti Iacobi, el lugar sagrado para venerar sus restos. El rey Alfonso II visitó enseguida el lugar y mandó edificar una modesta iglesia, que luego reconstruirá Alfonso III (año 899). Este sería el germen de la actual catedral y ciudad de Santiago de Compostela. En el siglo X comienzan a llegar peregrinos europeos, y el camino vive su edad de oro durante los siglos XI, XII y XIII. La milenaria peregrinación a Santiago reverdece en nuestros días. No es simplemente la constatación de un hecho histórico, verdaderamente asombroso, que a través de los siglos ha tenido una fisonomía peculiar adaptada a su tiempo: aventurera al filo del segundo milenio, caballeresca en la Baja Edad Media, romántica después, etc.; sino que hoy que nos adentramos en el III Milenio de la Era Cristiana una multitud de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, de cualquier condición social o país, se dirigen cada año hacia Compostela.
El Camino de Santiago se sabe dónde termina: en la Tumba apostólica, pero el inicio es tan diverso como lo es el origen de todos los peregrinos que lo recorren. El Camino comienza en la casa del peregrino. Por tanto, allí donde haya vestigios de peregrinos que se pongan en marcha hacia Santiago, habrá una parte del Camino de Santiago. Habrá en el Camino de Santiago vías, cuando su trazado sea romano o de notoria antigüedad; rutas, cuando haya en zonas concretas distintas opciones; itinerarios más o menos nuevos que faciliten el mejor acceso del peregrino a su destino.
El llamado Camino Francés es el itinerario por excelencia, que penetra por el Pirineo por dos puntos de gran significado histórico: Santa Cristina en el Sumus Portus Somport y Santa María de Roncesvalles, junto a Valcarlos, el valle de Carlos de semblanza carolingia en la estribación navarra de la cordillera. Este Camino Francés se afianza en la historia en el siglo X con la alianza del rey pamplonés Sancho Garcés I con la monarquía astur-leonesa y adquirirá con su sucesor, Sancho III el Mayor, un período de esplendor animado por las reformas que en el siglo XI se recogen en la cristiandad merced a la reforma de Cluny, exponente de la impronta gregoriana impulsada por Roma. El Camino de Santiago iba a ser en ese tiempo lo que se ha llamado la calle Mayor de Europa, medio de tránsito de gentes de distintas culturas, lenguas y mentalidades, dotadas de unidad espiritual que fraguaría en un denominador común en el ser, pensar y actuar de los europeos.
El nombre hace referencia al país que reúne y concentra en cuatro vías el conjunto de itinerarios europeos que por tierra se dirigen a Compostela. Es el Camino por antonomasia, una ruta de espiritualidad y cultura hasta el corazón de Galicia que hoy sigue siendo la principal ruta peregrina a Compostela. Tres de las cuatro vías francesas descritas ya en el Codex Calixtinus llegan unidas a Roncesvalles, en dirección a Pamplona y Estella. En Puente la Reina se les incorpora la cuarta, el Camino de Arlés, enlace principal con la Vía Francígena y la red de itinerarios jacobeos en Italia, que había entrado por Somport y Jaca. El Camino recorre a continuación un rosario de ciudades y localidades de vieja tradición jacobea: Logroño, Nájera, Santo Domingo de la Calzada, Burgos, Castrojeriz, Frómista, Carrión, Sahagún, León, Astorga, Ponferrada y Villafranca del Bierzo. Entra en Galicia por la aldea medieval de O Cebreiro con el recuerdo del «Santo Milagro», y desciende a Triacastela, donde se bifurca. Una ruta baja por Samos y su célebre monasterio benedictino. La otra cruza más al norte, por una serie de pequeñas localidades de viejo sabor rural: San Xil, Montán, Pintín Calvor... Ambos itinerarios confluyen en Sarria, la villa mayor de este Camino en Galicia. Desde aquí continúan, ya unidos, por Ferreiros (Paradela), Portomarín, Leboreiro (Monterroso), Palas de Rei, Melide, Arzúa, O Pino y Lavacolla. Se llega a Santiago tras contemplar su panorámica desde el «Monjoi» o Monte do Gozo, hoy convertido en un gran complejo de acogida. Se entraba en la ciudad por la Porta do Camiño («Puerta del Camino»), hoy una bocacalle que sigue conservando el histórico nombre.
El objetivo de este magnífico volumen es trasladar al lector lo mejor del Camino Francés de Santiago, para lo que traemos a sus páginas un compendio de los más destacados textos sobre la historia y la actualidad del rosario de ciudades y paisajes por los que transcurre. Asimismo, la obra se completa con una selección de fotografías espectaculares de la vía de peregrinación a Santiago por antonomasia. Texto y fotografías harán las delicias tanto de los que hayan hecho el Camino y quieran recordarlo, como de los que no hayan podido recorrerlo y quieran viajar a través de la lectura.